Los que nacimos en los 60 fuimos educados de forma que nuestros padres no hacían más que cohartar nuestra libertad y estábamos muy reprimidos. Nos decían cosas tales como:
Esto no lo puedes ver porque tiene dos rombos.
No interrumpas a los mayores.
No grites que molestas.
Cuando seas padre comerás dos huevos.
Aquí se hace lo que yo digo, hasta que no te ganes la vida harás lo que yo te diga.
Tienes que llegar a casa a las 10 lo más tarde.
Hay que obedecer al profesor y como vuelva a darme quejas o suspendas te castigo sin salir, sin paga y sin ver la televisión.
Eso es un capricho, te lo compraré por tu cumpleaños.
Y, claro, todo eso era malísimo, así que ahora nostros educamos a nuestros hijos de forma muy diferente:
Tienen su móvil superchulo, su ordenador y su tele en la habitación para que vean lo que quieran y estén todo el día conectados con sus amigos.
Ante la llamada de atención de mi niño-a interrumpo cualquier conversación para escucharle.
Si mi niño-a grita, o hace jaleo a mi no me molesta porque estoy acostumbrado-a y los demás que se aguanten.
Los deseos mi niño-a es lo mas importante, no hay que contradecirle en nada: que coma lo que quiera, que haga lo que quiera, sobre todo si los demás lo hacen; le compraré todo lo que me pida, especialmente si sus amigos lo tienen, para que no se traumatice y para que todos vean que me va muy bien económicamente.
Si mi niño-a saca malas notas, el profesor me da quejas, o lo castiga, es una injusticia y tengo que ir a protestar ¡Con lo rico-a que es mi niño-a, es que no le entienden!
En cuanto cumpla 18 años le compro un traje, lo celebramos por todo lo alto, que se saque el carnet de conducir, le doy toda la libertad del mundo, le compro un coche, o le presto el mío y no me meto en su vida porque ya es mayor de edad...